«El arte reside en lo cotidiano». No recuerdo en qué contexto escuché esta opinión o dónde pude leerla, me pareció de ese tipo de frases que pueden dar juego si se encajan oportunamente en una conversación. Lo cierto es que revisando trabajos de Doisneau, Catalá-Roca, Eugene Smith y de Cristina García Rodero en su España oculta, reparé en ella intuyendo sentidos y significados que podía albergar o sugerir a un espectador avisado.
Hoy en día, el detonante que activa nuestra capacidad de sorpresa y de emoción es complejo de identificar debido, entre otras cosas, al aluvión de estímulos y datos del que somos receptores a través medios impresos y audiovisuales, internet, redes sociales, etc. Como consecuencia de esta dinámica de globalización mis objetivos y yo percibimos una pérdida paulatina de identidad tanto en las gentes que lo habitamos como en nuestros entornos , dinámica que bien se podría asociar a aquellas teorías que hablan de NO LUGARES, NO PERSONAS …
En lo que a mí respecta, el medio en el que desenvuelvo mi vida diaria genera escenas y situaciones que, por sí mismas, captan mi atención y contienen la fuerza y la belleza suficientes como para despertarme la curiosidad. Son escenas compuestas por entornos que me resultan familiares y cotidianos y por sus gentes, aquellas a las que difuminamos bajo el paraguas de gente corriente , que también me resultan conocidas y cercanas. Escenas en las que puedo encontrar imágenes potentes, llenas de vida y ricas de contenido. Situaciones únicas, efímeras, caóticas, cómicas, mágicas, estúpidas y todo tipo de esdrújulas que puedan imaginar. Escenas y situaciones que me transmiten todo tipo de sensaciones y que, incluso, logran sorprenderme.
En alguna de estas fotografías se dejan entrever otro tipo de personajes, digamos pseudohumanos, los que para mí constituyen las otras especies que interactúan, no sé si voluntaria o involuntariamente, con las de carne y hueso. Seres de otras especies que nos rodean, nos vigilan, nos acechan, nos protegen o simplemente nos acompañan en nuestro devenir vital diario y rutinario.
No solo las mentes privilegiadas y las figuras prominentes hacen que nuestra sociedad avance. También los brazos capaces. Esta dinámica de avance no se debe únicamente a personajes peculiares, originales, convexos o divergentes, descatalogados y descolgados, recargados, transversales, vanguardistas, glamurosos y tatuados, sino también a aquellos que pasamos por la vida sin aparentemente despertar atención alguna, pero que, en igual medida, somos artífices del devenir de nuestro mundo y de nuestra común historia.
A través de las siguientes imágenes, captadas en mi entorno mediante fogonazos que fijan instantes de mi realidad cotidiana, intentaré mostraros alguno de los sentidos y de los múltiples significados del mundo en el que vivo, el que me rodea, el que −como ya dije en algún otro momento− es capaz de sorprenderme y emocionarme.